Friday, August 03, 2007

 

Paradigmas obsoletos de la procuración de justicia

Las instituciones públicas generan durante su vigencia un sistema de creencias que guían el trabajo de quienes laboran en ellas. Se trata de ideas aceptadas tácitamente por los servidores públicos, que permanecen el tiempo suficiente hasta adquirir vida autónoma y que son reconocidas, acatadas y exigidas por los miembros de la institución, independientemente de que se encuentren expresadas en leyes, reglamentos o manuales. Se convierten pues, en un ejemplo o modelo que se debe imitar, o sea, un paradigma.

En materia de procuración de justicia existen varios de estos paradigmas que han orientado, incuestionadamente, durante décadas la labor del Ministerio Público. Un ejemplo de ello es la resistencia a informar. Hace diez años se propuso al Procurador de Justicia dar a conocer las estadísticas de incidencia delictiva registradas hasta agosto de ese año. A ello se opusieron funcionarios públicos de las áreas directivas, alegando que de hacerlo se desataría la delincuencia. Lo más que se accedió conceder fueron distribuciones estadísticas por municipio y género delictivo, las cuales aparecieron publicadas en la revista Representación Ministerial número 1 (septiembre-diciembre de 1997). En 1999 a insistencia de la Coordinación General del Consejo Estatal de Seguridad Pública se publicaron en la prensa las cifras oficiales registradas de la incidencia delictiva. A pesar de los augurios, la delincuencia no se desató, sino que siguió observando patrones estadísticos específicos, algunos de muchos cientos de casos.

A nivel federal la situación fue similar. Hasta antes del gobierno de Vicente Fox, era prácticamente imposible obtener información oficial sobre las cifras de incidencia delictiva registrada. No obstante, durante su sexenio se incorporaron tales datos en el sitio web de la PGR. Sin embargo, ahora la situación se revierte. Si usted accede al sitio de internet de la PGR no encontrará por ningún lado las cifras de la incidencia delictiva. El regreso de la opacidad sólo significa actitud de ocultamiento y éste es un paradigma obsoleto de la procuración de justicia.

Por otro lado, ha sido tradicional en el Ministerio Público suponer que los empleados deben trabajar horarios extensos y extendidos por que ello implica automáticamente, compromiso institucional, capacidad de trabajo y mejores resultados. Por ello, el esquema de labores era ingresar a las 9 de la mañana y salir a las 3 de la tarde para regresar a las 6 de la tarde y salir a la hora que se retirara el Procurador.

Es menester reconocer que existen áreas que deben contar siempre con guardias para la atención de cualquier evento, pero tener a todos los empleados a disposición de lo que pudiere ocurrir o a la voluntad de los jefes, causa más problemas de los que pretende resolver. En primer término, el costo administrativo de tener en operación continua aparatos e instalaciones eléctricas en diversos edificios, el gasto que se ocasiona a los empleados que deben trasladarse a sus hogares y regresar para volver a partir de noche o madrugada. Pero el costo más dañino, además de la fatiga, es el impacto que se causa en las familias de los trabajadores al no encontrar tiempo de convivencia con sus hijos o cónyuges.

En 2001 la Secretaría de Administración y Finanzas determinó el criterio de austeridad en el gasto de las entidades gubernamentales, razón por la cual se estableció el horario corrido en la Procuraduría local. Hoy las cosas se han revertido y se ha vuelto a instaurar el horario quebrado. El regreso de la jornada extenuante sólo significa actitud de autoritarismo y éste es un paradigma obsoleto de la procuración de justicia.

Por último, el trato entre procuradurías de justicia y comisiones de derechos humanos siempre se supuso como rivalidad y lucha. Las procuradurías desoían a las comisiones y éstas exhibían las deficiencias de aquellas. Costó mucho convencer a los miembros del Ministerio Público que la CEDH no era el enemigo y que sus recomendaciones eran importantes para mejorar la calidad del trabajo ministerial. Hoy las cosas han cambiado. Al Presidente de la CEDH se le evita y se prefiere que el titular de la dependencia no lo reciba, o bien se le hace esperar innecesariamente. El regreso de los oídos sordos sólo significa actitud de soberbia y éste es un paradigma obsoleto de la procuración de justicia.

De insistirse en los viejos esquemas de trabajo, pronto encontraremos de nuevo a las viejas procuradurías, llenas de personajes oscuros, jefes déspotas, secretarias en autos último modelo, pero sobre todo, de policías, ministerios públicos, peritos o empleados administrativos que imitando a sus jefes, actúen en forma oculta, autoritaria y soberbia.

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