Monday, October 15, 2012
Los muertos que vos matáis
Los estudiantes de Derecho saben que al tomar la clase de Derecho Penal I, entre los primeros conceptos a los que se enfrentan está el llamado cuerpo del delito. No es extraño encontrarse con profesores que tienen verdaderos problemas para explicar el tema y con alumnos que no lo entienden con facilidad. Cuando fue nuestro turno, tras darnos la definición, el maestro le pidió al buen Charly que identificara el cuerpo del delito en el homicidio, a lo cual contestó que lo era el cadáver. No satisfecho con la respuesta, el maestro insistió con el robo, Charly contestó que en ese caso el cuerpo del delito era el objeto robado. Aún inconforme, le reviró ¿y en la violación? Lo cual provocó la risa de todos nosotros, menos del Charly quien desde el fondo del aula le hacía señas que aludían al tamaño del miembro viril.
Las evidencias, que constituyen el rastro físico del crimen ocurrido, son fundamentales no sólo en las investigaciones ministeriales, sino también para comunicar el estado y avances de las indagatorias. Para elaborar una tarjeta informativa, la referencia de los vestigios del crimen es un punto básico. Al ser entrevistado por los medios de comunicación, el servidor público hace énfasis en las ojivas o casquillos recuperados, sus calibres, las armas encontradas, los automóviles y demás bienes asegurados. Tener esta información a la mano le da credibilidad a su dicho. Por el contrario, la falta de datos revela la debilidad de la explicación.
Cuando se trata de casos de homicidio, la urgencia y exigencia de evidencias es muy alta. Toda investigación de un asesinato inicia por el análisis del lugar del hallazgo del cadáver y, en su caso, del lugar donde ocurrió la muerte. Y es que, aunque el cadáver no es el cuerpo del delito, aporta una serie de elementos importantísimos en las indagatorias. Entre ellos, cuando es posible, la identidad de la persona fallecida.
Tal vez usted piense que la identidad del cadáver es muy sencilla de acreditar, después de todo existen credenciales que consignan nuestros datos y que regularmente portamos en bolsos y carteras. En caso contrario, nuestros familiares o amigos seguramente acudirán a la diligencia de identificación de cadáver y reclamarán el cuerpo. La realidad es que no siempre ocurre así.
Hace algunos años, las únicas personas que no podían ser identificadas eran indigentes, o bien, quienes se trasladaban desde otras regiones o estaban de tránsito y no había datos sobre ellos. Ahora, el desarrollo del crimen organizado ha hecho de la identidad un dato que debe ser ocultado en ciertos casos. Ejemplo de ello son la alteración, ocultamiento o destrucción del cadáver, o la ausencia premeditada de documentos de identificación.
Al no poder establecerse la identidad de la persona fallecida, la investigación es incompleta y da lugar a especulaciones. Incluso existen casos en los cuales la autoridad fija la identidad pero las hipótesis en contrario no dejan de circular, como ocurrió con la muerte de Amado Carrillo.
La muerte de Heriberto Lazcano Lazcano ha dado lugar a numerosos rumores por las circunstancias que ocurrieron con posterioridad a su fallecimiento. En primer lugar está el hecho de la escasa custodia que lo acompañaba, que muchos han señalado como una incongruencia frente a versiones que lo retrataban siempre rodeado de esbirros. En segundo término están quienes dudan de que el enfrentamiento ocurriera tal cual las autoridades han narrado, en particular lo relativo a la llamada para denunciar la presencia de hombres armados en el ya infame partido de béisbol, y también por lo que respecta al hecho de que hubiesen fallado los sistemas de alerta del grupo criminal.
Pero las mayores dudas se ubican en torno a la identidad del cadáver como el cuerpo de Lazcano. Los datos contradictorios de la estatura, la poca claridad respecto de los métodos empleados para realizar la identificación, y sobre todo, el robo del cadáver, no hacen sino incrementar la suspicacia.
Por mi parte estoy convencido de que el muerto es quien dicen. Como estoy convencido de las carencias de las instituciones de justicia en el país que no les permiten tener edificios del servicio médico forense en cada región y convencido también de las torpezas en la comunicación social de muchas dependencias oficiales. O bien puede uno tomar la actitud del cuarto caza fantasmas, Winston Zeddemore, quien siendo entrevistado para el puesto le preguntan si cree en diversos fenómenos sobrenaturales como el Monstruo del lago Ness, los ovnis o la ciudad de Atlantis, a lo cual responde: si me paga creeré en cualquier cosa que me diga.
Labels: Cuerpo del delito, evidencias, identificación del cadáver