Wednesday, June 12, 2013
¿Ceder, ceder, lo que se dice ceder? No. ¡Ah, pero entregar…!
El pasado 6 de junio el gobernador Mario López Valdéz afirmó en la ciudad de Los Mochis: “No cederemos espacios a la delincuencia”. Lo anterior en referencia a los hechos recurrentes de violencia que ocurren en el norte de Sinaloa.
En reunión del Gabinete de Seguridad realizada en dicha ciudad, Malova dijo que el gobierno del estado no permitirá que se vulnere la tranquilidad de los sinaloenses y definió una estrategia que trabajará en dos ejes: recuperar y fortalecer la seguridad, y enviar la señal de que en ningún momento se van a ceder espacios a la delincuencia.
Para el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia (DLE), “ceder” tiene varias acepciones. Por un lado puede emplearse para referirse a la acción de dar, transferir, traspasar a alguien una cosa, acción o derecho. Bajo esta interpretación, negarse a ceder espacios a la delincuencia significa el no transferir ámbitos. Claro que las actividades de dar o traspasar parecen hacer referencia a un acuerdo de voluntades, como explica el Diccionario del Español Mexicano (DEM), se trata de entregar voluntariamente a otra persona algo a lo que uno tiene derecho. Es imposible suponer que Malova se refería a negarse a cumplir un contrato contraído con el crimen organizado y que por ello no cedería a ellos los espacios.
Un segundo significado que cita el DLE es el de pasar la pelota a otro jugador de su equipo, cuando ambos están cerca. Tampoco creo que Malova haya querido decir que, cual “Chelito” Delgado, se niega a dar el balón a su coequipero, la delincuencia organizada. Es impensable.
En cambio, el tercer sentido de “ceder” de acuerdo al DEL, es decir, perder tiempo, espacio o posición en favor de un rival, parece acercarse a lo que el gobernador de Sinaloa quiso decir. Malova no cederá espacio a favor de un rival. Lo que implícitamente reconoce a la delincuencia organizada el carácter de competidor del gobierno para lograr cierta cosa.
En este mismo sentido, el DEM consigna que ceder es disminuir algo su fuerza o hacerse algo menos intenso, o bien, disminuir o dejar de oponer alguien una resistencia a algo, o aceptar algo, sin estar de acuerdo, por complacer a otro. Malova bien pudo referirse a estos significados cuando emitió su declaración, queriendo decir que no disminuirá su fuerza frente al crimen organizado, que no dejaría de oponer resistencia, que no aceptaría entregar espacios por complacer a los mafiosos. Buena declaración.
Lo malo es que la respuesta no fue sólo otra declaración. Dos hieleras que contenían un par de cabezas humanas fueron encontradas el pasado martes 11 de junio en el tramo carretero de la Zona Industrial y Concheros, en los límites de los municipios de Ahome y Guasave. De acuerdo con la nota de Río Doce, la doble decapitación fue una advertencia para que el jefe de policía ahomense deje de operar, para su beneficio personal, un clan de narcomenudistas y que deje (¿cese?) de proteger al Cartel de Sinaloa. Todo ello de acuerdo con un mensaje dejado en el lugar del hallazgo, que firma “El Dos Letras”, autoproclamado jefe de “La Mochomera”.
A lo mejor lo que hay que hacer ahora en lugar de no ceder, es entregar. Pero entregar al estilo de la alcaldesa de Monterrey, Margarita Arellanes, entregar la ciudad y el municipio a Dios. Recuerda paisano que el pasado sábado 8 de junio la señora Arellanes entregó la capital neoleonesa a Jesucristo. Para ser justos ella no fue la primera. Antes, los presidentes municipales de Guadalupe, Nuevo León, y Ensenada, Baja California, así como el gobernador de Chihuahua, habían encabezado actos y entregas similares.
¿Qué sentido tiene invocar al dios de tu preferencia para entregarle el territorio de tu responsabilidad? Si, como afirma la alcaldesa, el acto fue a título personal, ¿por qué le entrega algo que deriva de su responsabilidad pública? Y como su cargo es público, debió haber sido prudente y respetar el muy sano principio de separación de la religión personal y sus funciones gubernamentales.
A menos, claro, que en un acto de desespero, haya pretendido invocar la ayuda sobrenatural. Quitarse de encima la monserga esa de la seguridad pública y entregarla a Jesucristo, a quien, por cierto, en su último encuentro con la “justicia” no le fue del todo bien. ¡Y bueno! Si Jesús es el mero mero, a ver quién se mete con él.
Mira paisano, ojalá y esta dichosa entrega no se le ocurra a alguno de los asesores de Malova, para que no le aconseje dar el mando único a otro Jesús.
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