Friday, January 31, 2014
La policía de la mente
El pasado 18 de diciembre en Zaragoza,
España, un juez ordenó que se llevara a cabo una prueba de “registro cerebral”
al
indiciado Antonio Losilla Longares, quien lleva un año en
prisión y es sospechoso de haber asesinado a su esposa Pilar Cebrián, de 51
años, quien desapareció en abril de 2012 y Losilla no presentó la denuncia
hasta pasado un mes, de acuerdo con información del sitio Neurolab. A esto se
suma el hecho de que aparecieron restos de sangre en el garaje del domicilio. A
la fecha, el cuerpo no ha aparecido y la policía no cuenta con otros datos que
acrediten el destino de la mujer.
En nota del 15 de diciembre escrita por
la periodista Patricia Peiró para El País, se explica que la investigación
había llegado a un punto muerto. Entonces la casualidad entró en acción. Un
neurofisiólogo jubilado, el doctor José Ramón Valdizán, se cruzó en un
pasillo de un hospital con la psicóloga forense del caso y le habló de la
técnica llamada Potencial de Evocación Cognitiva.
El test parte del hecho de que el
cerebro es un gran almacén de información y con esta técnica se puede descubrir
si un probable responsable almacena en el suyo los detalles de un supuesto crimen.
Verás paisano, existe una onda cerebral llamada P300 que es en realidad un
impulso eléctrico que el cerebro emite 300 milisegundos después de que se le ha
formulado una pregunta. Si el individuo recuerda el hecho por el que se le
interroga, la onda es más alta que si tiene delante algo novedoso.
Cuando se mide la actividad eléctrica en
el cerebro de una persona, existen una serie de señales, denominadas potenciales evocados,
que aparecen en determinadas circunstancias. La señal llamada P300 se
considera un potencial de reconocimiento, una manifestación de que nuestro cerebro ha
reconocido algo en forma automática. Debido a la
rapidez con la cual se presenta el reconocimiento, se considera a la señal como
no manipulable.
La detección de este tipo de señales se
utiliza, por ejemplo, en el diseño de dispositivos para facilitar la vida a
personas que presentan problemas de movilidad. Si una persona paralizada hasta
del habla quiere comunicarse, una computadora pasa delante de sus ojos un listado de símbolos o
letras y la señal P300 se activa cuando pasa el signo que
quiere utilizar.
El empleo forense de esta técnica tiene
su antecedente en las investigaciones del científico norteamericano Lawrence
Farwell, quien la denominó “Huella dactilar cerebral” (Brain fingerprinting).
En los EE.UU. la técnica fue declarada admisible por una corte en 2011 en el juicio
de Terry Harrington contra el Estado de Iowa.
Volviendo al caso español, el juez obligó a Antonio
Losilla a someterse a la prueba, pues inicialmente se había
negado y también desestimó los argumentos de su abogado quien expresó que el
test constituía una vulneración del derecho de todo acusado a no auto
incriminarse. La prueba consistió en ponerle ante una serie de preguntas que
solo el autor del crimen debe conocer y observar su actividad cerebral. Aún no
se conoce el resultado.
Desde el punto de vista técnico, los
tests que implican la detección de la señal P300 tienen limitaciones. El método
detecta las respuestas cerebrales de procesamiento de información que revelan
la información que se almacena en el cerebro del sujeto. Pero no detecta cómo llegó
esa información ahí. Este hecho tiene implicaciones respecto del cómo y cuándo puede
aplicarse la técnica.
Por ejemplo, si el inculpado posee
información del caso en virtud de haberlo presenciado como testigo, su reacción
mediante la señal P300 no implica necesariamente se responsabilidad. O bien, si
admite las circunstancias de tiempo y lugar pero no así la intención criminal,
será imposible atribuirle culpabilidad mediante esta técnica.
Además, expertos consultados por el
sitio web Neurolab expresaron serias dudas sobre el margen de error de la
prueba. Para calibrar la señal cerebral de un sujeto se necesitan largas series
de tests no relacionados con lo que se investiga, antes de poder proceder al
registro preciso de la señal. La posibilidad de alterar el resultado, además, es real.
El sujeto puede introducir señales falsas con procedimientos sencillos como
parpadear, mover un pie o cambiar sus tareas mentales, o sea, pensar de
determinada forma en las imágenes que le ponen, para dar una lectura falsa en
el registro.
No obstante, la que tal vez sea la
objeción fundamental a esta técnica tiene que ver con la crítica al supuesto
sobre el cual opera: el cerebro registra objetivamente los hechos que
presencia, sin interpretarlos. Lo cual, por supuesto, es mentira. La actividad
cerebral no es el testigo fiel de lo que ha hecho una persona. Bajo
determinadas circunstancias un sujeto puede auto convencerse de que es culpable y,
en consecuencia, daría una lectura falsa en el encefalograma.
La Ciencia, paisana, a pesar de todos
sus avances, aún no puede sustituir a los tribunales en su tarea de emitir el
juicio de culpabilidad de una persona. Aún no llegamos a la era de los
jueces-robot…aún.
Labels: brain fingerprinting, P300, registro cerebral