Wednesday, June 20, 2012
Balística mexicana del siglo XXI, la apuesta por la ciencia desde EE.UU.
El 7 de febrero de 2008, el Director Asistente para Operaciones de Campo de la ATF (Buró de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos del Gobierno de EE.UU.), William Hoover, compareció ante el Subcomité del Hemisferio Occidental del Comité de Asuntos Internacionales del Congreso Norteamericano para hablar sobre el tráfico de armas a lo largo de la frontera suroeste. Durante su comparecencia, Hoover explicó que la agencia contaba con suficiente evidencia para afirmar que el 90% de las armas recuperadas en México o confiscadas en tránsito hacia nuestro país, se originaban en Estados Unidos (http://www.atf.gov/press/releases/2008/02/020708-testimony-atf-ad-hoover-sw-border.html). Además anunció que la ATF se encontraba trabajando con oficiales mexicanos para que emplearan su sistema eTrace y que era objetivo de esa agencia desplegar el software de eTrace a los 31 estados de la República Mexicana.
De acuerdo con la pagina web de la ATF, “eTrace (Sistema de Rastreo electrónico) es un sistema con base en la Internet que les permite a las agencias del orden público participantes enviarle solicitudes de búsqueda de rastreo de armas de fuego al Centro Nacional de Rastreo (NTC por sus siglas en inglés) de ATF”. Su utilidad radica en la posibilidad de verificar las armas recuperadas en la escena del delito y usar sus datos de identificación (fabricante, número de serie, país de origen, calibre, modelo) para rastrear al vendedor y comprador originales de dicha armas, determinar el lapso transcurrido entre la venta del arma y su recuperación por las autoridades, o bien, establecer patrones de venta y localización de armas recuperadas. Esto es importante para indagar sobre el tráfico de armas de grupos criminales, ya que, como afirman Lumpe, Meek y Naylor, los delincuentes no suelen fabricar sus propias armas (Tráfico de Armas. El mercado negro mundial de armas ligeras. Editorial Intermón Oxfam, Barcelona, 2004). Según información de la Embajada de Estados Unidos, los rastreos de armas decomisadas en México mediante eTrace se incrementaron de 3216 en 2007 a 39369 en 2010.
La Conferencia Nacional de Procuración de Justicia (CNPJ) en su XXVI Asamblea General llevada a cabo los días 24 y 25 de noviembre de 2011 en la ciudad de Acapulco, acordó iniciar el proceso de incorporación del sistema eTrace en cada instancia de procuración de justicia, para apoyar las investigaciones ministeriales encaminadas al rastreo de armas de fuego. Lo cual significa el cumplimiento de lo que tres años antes anunciara el señor William Hoover.
Claro que el eTrace funciona cuando en la escena del delito las autoridades investigadoras recuperan las armas empleadas en la comisión del ilícito. Pero como cualquier ávido lector de nota roja sabe, esto no siempre ocurre así. Es muy común que lo único que se recupera son los indicios balísticos, es decir, proyectiles, casquillos y ojivas.
En 1999, durante el periodo de Gilberto Higuera Bernal como Procurador General de Justicia del estado de Sinaloa, se creó el depósito de indicios balísticos, para facilitar la comparación de ojivas y casquillos de distintas escenas del delito. Este procedimiento criminalístico de comparación se lleva a cabo a través de un microscopio especial que permite amplificar las imágenes tomadas de los indicios balísticos, para establecer patrones en el rayado de las ojivas o en las marcas del percutor sobre los casquillos. De hecho, el procedimiento es ahora tan sofisticado, que existen aparatos, bases de datos y programas especiales para llevarlo a cabo: el Sistema IBIS o Sistema Integrado de Identificación Balística, el cual, por cierto, también fue adoptado por la CNPJ en la citada XXVI Asamblea General.
Pero esta tecnología ha empezado a ser objetada en Estados Unidos, como da cuenta el reportaje de Erica Goode en la edición del New York Times del pasado martes 12 de junio. La Academia Nacional de Ciencias de ese país publicó en 2008 el estudio llamado Ballistic Imaging, en el cual afirma que el Sistema IBIS no opera con la precisión necesaria para una base de datos balísticos referenciados a nivel nacional.
Por esta razón, desde los años 90, Todd Lizotte y Orest Ohar desarrollaron y patentaron la tecnología llamada microstamping, que consiste en el grabado mediante laser, de un código dentro del sistema de percusión de un arma, para que al ser disparada, se imprima dicha clave en el casquillo de la bala. Esto permite que, al recuperar el indicio balístico, pueda obtenerse la clave correspondiente y relacionarla con el arma que la disparó, de acuerdo con una base de datos proporcionada por los fabricantes norteamericanos.
El microstamping ha sido objeto de legislación para hacerlo obligatorio, sólo en dos entidades de la Unión Americana: California y el Distrito de Columbia; en ninguna de las cuales ha entrado aún en vigor, debido a la férrea oposición de los fabricantes de armas, como Remington, y la Asociación Nacional del Rifle. Los opositores a esta tecnología afirman que el microstamping es poco fiable ya que las marcas grabadas en el sistema de percusión del arma se pueden borrar fácilmente y, en todo caso, los percutores pueden ser sustituidos.
A pesar de ello, la CWAG (Conferencia de Procuradores del Oeste), una organización vinculada a la agencia gubernamental norteamericana USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), anunció el 23 de septiembre de 2011, que se encuentra promoviendo el microstamping con sus contrapartes mexicanas de la CNPJ, a quienes invita a una conferencia de Todd Lizotte, para que peritos de nuestro país conozcan el uso de esta tecnología.
No es equivocado apostar por el desarrollo tecnológico en las investigaciones criminales. Como dice el Edgar Hoover de Clint Eastwood (J. Edgar, Warner Brothers, 2011), hay que promover lo único que los criminales jamás podrán tener: Ciencia. Solo hay que tener cuidado de no quedar reducidos a una especie de compañía ultra-tecnificada de seguridad dedicada a cuidar la casa de nuestros primos.
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