Thursday, June 06, 2013
Buscar a los desaparecidos
“¿A dónde van los desaparecidos?
Busca en el agua y en los matorrales.
Porque no todos somos iguales.”
Rubén Blades
No imagino mayor dolor que el de la incertidumbre. No saber del paradero de una persona querida es causa de angustia constante y desesperación. En particular de aquellos casos en los cuales la ausencia de la persona es inexplicable, o bien, consecuencia de un hecho violento.
En nuestro país los casos de personas desaparecidas han aumentado de manera significativa de la mano del crecimiento de la delincuencia organizada. En los últimos años ha sido cada vez más frecuente escuchar de “levantones” y desapariciones forzadas.
Los primeros son acciones del crimen organizado en las cuales se priva de la libertad en forma violenta a una persona o grupos de personas, estén éstas relacionadas o no con las actividades delictivas del grupo o sus antagonistas. Con frecuencia, a estas acciones sigue el asesinato de la persona “levantada”.
No obstante, en el evolucionar de las estrategias de los mafiosos, hace tiempo cambiaron el modus operandi y muchos prefieren no dejar huellas de su acción, ocultando o destruyendo el cadáver de su víctima. Pero algunas de las redes criminales también operan mediante el reclutamiento forzado de elementos para sus filas, en especial entre los grupos de migrantes que desean ingresar a los EE.UU. De esta manera se genera una primera categoría de personas desaparecidas, víctimas de la delincuencia.
Por otro lado, para la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas, se entiende por ésta, “el arresto, la detención, el secuestro o cualquier otra forma de privación de libertad que sean obra de agentes del Estado” o bien por personas que cuentan con la autorización de dicho Estado.
Generalmente va seguida de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o del ocultamiento del paradero de la persona desaparecida, impidiendo con ello la protección legal a la que tiene derecho. Así encontramos una segunda categoría de personas desaparecidas, víctimas del Estado.
Pero también existen personas que sin estar desaparecidas en el sentido en que hemos venido tratando, sí están extraviadas o ausentes. Se extravía quien desconoce el lugar en el cual se encuentra, como sucede con quien viaja a otra ciudad en la cual nunca antes ha estado, o quien padece de sus facultades mentales. A ello se suma la falta de comunicación con sus familiares o amigos, lo que da lugar a la inquietud ocasionada por desconocer el paradero del ser querido.
Una persona se ausenta cuando voluntariamente sale del hogar por razones personales. Puede ser que viaje a otro país en busca de oportunidades, o bien que se vaya tras una fuerte discusión. Incluso hay quien sale con permiso de sus padres pero después de quebrantar la hora de llegada, muchas veces por razones de alcohol o sexo, prefiere quedarse a pernoctar en otro lado. Son estos casos, junto con los anteriores, los que generalmente dan lugar a los reportes en Locatel y constituyen la tercera categoría de personas desparecidas, aquellos cuya ausencia no es causada por un delito, pero que a consecuencia de dicha ausencia se ponen en riesgo de ser víctimas.
Sea cual fuera la categoría a que pertenezca, la desaparición provoca un enorme sufrimiento en los familiares y amigos de la persona ausente. Dolor que muchas veces se convierte en desánimo y reclamo cuando es atendido por policías o agentes del Ministerio Público que, por desconocimiento o insidia, desalientan a quienes buscan a sus seres queridos. Desgraciadamente es común escuchar historias en las cuales un familiar ha recorrido diversas instancias sólo para darse cuenta que nadie atiende con seriedad la denuncia. Por eso no es casual que en muchos de estos casos sean los propios agraviados quienes han llevado a cabo sus indagaciones y cuentan con mucha mayor información que las autoridades.
Por eso los desaparecidos se nos han ido acumulando en estos últimos años. De ahí los justos reclamos de madres y padres. Y también por estas mismas razones la importancia de contar con un órgano investigador de estos asuntos, como se anunció en días pasados con la creación de la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas en la PGR.
A pesar de las críticas por el escaso personal asignado en primera instancia y por la falta de equipamiento e infraestructura, la idea es buena y debemos apoyarla. Esperemos que se sume a otros esfuerzos en la materia, como la Alerta Amber y que sume a las procuradurías de justicia locales. Sin embargo, para enfrentar el problema también deben generarse estrategias adicionales en el combate al crimen organizado y a los abusos de muchas autoridades. De lo contrario sólo se constituirá un órgano burocrático más.
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