Friday, July 26, 2013
¿Quiénes son los corruptos?
El pasado 9 de julio, la organización no
gubernamental Transparencia Internacional, dio a conocer el Barómetro sobre
Corrupción Global 2013. Los resultados que arroja no son del todo novedosos, pero
siguen siendo sumamente preocupantes. El informe reúne datos levantados en 107
países donde se efectuaron entrevistas a 114 mil personas con relación al
impacto que tiene en sus vidas la corrupción.
En términos generales, el Barómetro
encontró que más del 25 por ciento de los entrevistados respondieron que habían
pagado sobornos el año pasado. Para el caso de México, el porcentaje se eleva
entre 30 a 39.9 por ciento. El costo de estos actos no sólo se refleja en las
cantidades de dinero que se entregan, sino que afectan incluso a quienes no
pueden pagar para recibir algún servicio del Estado.
Para quien tiene que decidir entre
cubrir un soborno y pagar el sustento diario de su familia, el impacto de la
corrupción es aún más devastador que para un pequeño empresario. Además,
encontramos la afectación que sufren los sectores más pobres de la población
cuando los recursos públicos se desvían del fin al cual se destinan
originalmente y terminan en los bolsillos de políticos, burócratas y
delincuentes de cuello blanco.
El Barómetro 2013 encontró que,
alrededor del mundo, las áreas que se relacionan como más proclives a solicitar
y recibir sobornos son los jueces y los policías. El 31 por ciento de las
personas entrevistadas manifestó que al entrar en contacto con la policía tuvo
que pagar algún soborno. En México, las personas entrevistadas consideraron a
la policía y los partidos políticos como las instituciones más corruptas del
país.
Curioso que además de esta percepción,
ambas entidades tienen en común su origen. Tanto política como policía derivan
de la raíz griega “politeia”, que a su vez se origina en la voz “polis”,
ciudad. Finalmente, ambas instituciones reconocen que su vida está ligada a la
agrupación urbana de nuestras comunidades.
Tal vez sorprenda a políticos y policías
estar tan cercanamente emparentados (al menos en etimología), y creo que el
saberlo puede causar incomodidad y desaprobación tanto en unos como en otros.
Pero la ciudadanía les reconoce como corruptos, o al menos, proclives a la
corrupción.
Después de conocer esta información
pareciera que todos podemos estar tranquilos de que no nos encontramos en la
lista de corruptos, excepto claro está, los que sí aparecen. Pero en cuanto a
la mayoría, me da la impresión de que nos conformamos con poder tener a alguien
a quien señalar. Alguien a quién culpar. Poder decir ¡miren, los corruptos son
ellos y no nosotros! ¡Policía corrupto que me pide dinero para no multarme! Yo
por mi parte soy inocente por entregarle el dinero solicitado pues ¿qué otra
opción tengo?
Estas apreciaciones que se generan en
las fronteras que la cultura de la corrupción sostiene con el ideal de
convivencia social al que aspiramos como comunidad, son las que producen al
“ciudadano privado”, o sea, aquel que en público es apático y pesimista, pero
que dentro de su hogar tiene fuertes opiniones respecto de la manera en que
deben conducirse las cuestiones gubernamentales.
Cuando la intervención del ciudadano en
su comunidad no sale de casa, poco es lo que podemos aspirar a cambiar. Podemos
hablar de los peligros que significa, del miedo al narco, de la desconfianza en
los políticos, de la decepción por las instituciones o de la pérdida de
valores, pero en tanto dejemos de reconocer que nosotros también llevamos
responsabilidad, estaremos buscando siempre echar la culpa a los demás.
Entonces nos pondremos a la altura de
aquellos que Chesterton acusaba de caracterizar a los delincuentes como simios
retrasados que vivían a kilómetros de distancia de nuestras comunidades. Es
decir, delincuentes y corruptos deben ser los demás porque en mi casa sólo
vivimos gente buena. Estas visiones, además de ser convenencieras, son falsas, y
nos conducen a soluciones equivocadas.
Parafraseando al autor de El hombre que fue jueves, diremos que
para detener a un corrupto en potencia lo único debemos hacer es agarrar con
fuerza nuestro propio sombrero. ¿Ya agarraste el tuyo paisano?
Labels: Barómetro sobre Corrupción Global 2013, Corrupción, GK Chesterton, Transparencia Internacional