Friday, January 31, 2014

 

¿Y cómo vas de corrupción?






“Aquí todos nos engañamos. Unos tratan de
convencerse de que están trabajando; otros, de
que están realizando reformas, y otros, de que
aplican las leyes. Vivimos en el país de las mentiras.”

Petros Márkaris






La verdad que nuestro país se lleva bien con su corrupción. El informe dado a conocer por la organización Transparencia Internacional, respecto del índice de percepción de la corrupción, asigna a México el puesto número 106 de las 177 naciones que componen el estudio. El puntaje obtenido por nuestro país es el mismo del año pasado y se encuentra en el grupo de naciones que, como Argentina, Tailandia o Etiopía, tienen graves problemas en la materia.

En el continente americano, Canadá es el país mejor ubicado ocupando la posición 9 a nivel mundial. En América Latina, Uruguay ocupó la posición 19 de 177 y Chile la posición 22. La diferencia entre el país mejor ubicado en América Latina y México es de 87 posiciones.

Si comparamos a nuestro país con respecto a las naciones que junto con él son integrantes de bloques regionales, políticos o económicos, como el G20, México ocupa el lugar 16 de 19, sólo por encima de Indonesia y Rusia. Dentro de la OCDE, México ocupa la última posición.

En pocas palabras, en México la corrupción goza de cabal salud mientras que para muchos de nosotros es una verdadera endemia. Ya no es cuestión de apuntar con el dedo hacia los servidores públicos y acusarlos de corruptos, no son sólo ellos, somos todos. Vivimos inmersos en una cultura de la corrupción donde el que no transa no sólo no avanza, sino que además es tachado de pendejo.

Siguiendo a Carlos Monsiváis y a Jens Lapidus podemos afirmar que la corrupción tiene que ver, más que con la pérdida de valores, con la evolución de la economía de mercado sin freno hacia una etapa de capitalismo salvaje. Cuando todo se trata de ganar dinero lo de menos es cómo se obtiene.

El sociólogo Robert Merton explicaba cómo, cuando un grupo social genera expectativas de triunfo entre sus integrantes, pero no a todos les proporciona las vías para lograrlo, muchos de ellos accederán a medios ilegales para alcanzar los satisfactores implícitos en el triunfo: dinero, bienes, status.

Frente al problema, ya se apuntan soluciones. El capítulo nacional de Transparencia Internacional, Transparencia Mexicana, considera que México debe trabajar en cuatro frentes: 1) consolidar un Sistema Nacional de Integridad, que incluya la reforma constitucional en materia de acceso a la información pública pero que también fortalezca a los órganos de fiscalización y control, produzca un nuevo régimen de responsabilidades para los servidores públicos, así como mecanismos efectivos de rendición de cuentas; 2) identificar buenas prácticas y experiencias exitosas de control de la corrupción en cualquiera de los sectores público, privado y social que puedan generalizarse y replicarse en todo el país; 3) avanzar en la implementación de la Reforma de Justicia Penal, reduciendo con ello los espacios para la impunidad; y 4) transformar la relación entre gobierno y sociedad mediante políticas de Gobierno  y Parlamento Abierto.

Por otro lado el sector gubernamental, dentro del proyecto de reforma política que parece verá la luz antes de concluir el año, ha generado en la Cámara de Senadores un dictamen de reformas a la Constitución en materia de combate a la corrupción, con fecha dos de diciembre. Los puntos centrales de esta propuesta son: a) dar facultades al Congreso de la Unión para expedir la ley general en materia de responsabilidades de los servidores públicos; b) crear un organismo público autónomo, con personalidad jurídica y patrimonio propio, encargado de prevenir, investigar y sancionar las responsabilidades administrativas derivadas de hechos de corrupción; c) los estados establecerán, además, órganos locales especializados en la materia; y d) los órganos legislativos federal y estatales cuentan con un año, a partir de la entrada en vigor de las reformas, para expedir las leyes secundarias.

Pareciera que están cubiertas todas las bases, pero ¿el mismo sistema político que incuba y protege a la corrupción va a designar a los titulares de los órganos encargados de combatirla? ¡Santa contradicción Batman!

El dictamen olvidó su propia cita de Robert Klitgaard (página 46), quien formula la siguiente ecuación: corrupción = monopolio + discrecionalidad – transparencia. Lo que significa que “…habrá corrupción cuando alguien tiene un poder ‘monopólico’ sobre un bien o sobre un servicio o sobre una decisión; posee además la discrecionalidad de decidir (o influir preponderantemente quién lo va a recibir y en qué medida. La falta [de] transparencia debe entenderse como la ausencia de controles y escrutinio público sobre las acciones del sujeto que tiene dicho poder monopólico.”

La propuesta de reforma al artículo 113 constitucional establece que el Titular del órgano federal anticorrupción será nombrado por mayoría calificada de la Cámara de Senadores a propuesta de los grupos parlamentarios. Pero, si el Presidente de la República no está de acuerdo podrá objetar la designación, lo que dará lugar a un nuevo nombramiento por el Senado. El procedimiento se replica en las entidades federativas. ¡Cuántos candados políticos para un nombramiento!

¿Será que la tal democracia en verdad nos atemoriza porque no sabemos vivir en ella? ¿Tú como la ves paisano?

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