Thursday, August 30, 2012

 

El héroe de la película

El Presidente Calderón parece empeñado en dedicar recursos públicos en una campaña mediática destinada a dar a conocer su propia interpretación sobre su desempeño, y el de su gobierno, en materia de seguridad pública. En el último tramo de su sexenio y de cara a su último informe de gobierno, insiste en presentar su historia. La trama es como sigue. En un país en el que nadie había enfrentado a la delincuencia, en el que los gobiernos anteriores habían pactado con los grupos criminales, o bien, cuando mucho, habían renunciado a confrontarlos; en ese mismo país la criminalidad crecía rampante, la corrupción era la norma, las instituciones inoperantes. Y de pronto aparece Felipe Calderón y decide iniciar una guerra contra el crimen organizado. Si le parece que la trama es de una película de vaqueros, tiene usted razón. Sólo que, de alguna manera, suena más interesante si el protagonista es Clint Eastwood o Matt Damon. La producción del anuncio propagandístico presenta las imágenes del Presidente recibiendo la banda presidencial mientras él mismo narra que hace más de cinco años decidió combatir de frente a los criminales. Pasa a una imagen del Presidente mirando hacia fuera por la ventana de un edificio y después a él mismo dirigiéndose a la cámara mientras explica que la decisión era impostergable ya que se había dejado crecer a la delincuencia y ésta lastimaba a muchos mexicanos que, incluso pedían ayuda. Cambia a una toma del Presidente vestido como paisano en un parque donde pronto aparecen unos niños y Felipe Calderón nos recuerda que su preocupación son las familias. Corte a imágenes de las fuerzas armadas con intermedio de más tomas del Presidente reflexionando, al tiempo que el narrador advierte que se tomaron decisiones difíciles destinadas a prolongarse más allá de su gobierno y que aunque luchar implicaba riesgos era urgente enfrentar el problema. Todo esto en los primeros 46 segundos del mensaje que puede ser visto completo en la siguiente dirección: http://www.presidencia.gob.mx/2012/08/mensaje-del-presidente-calderon-en-materia-de-seguridad. La segunda parte del mensaje de 2:01 minutos destaca que la lucha contra los criminales se hace con “lo mejor que tenemos”, las fuerzas federales. Aquí encontramos el argumento central en la narrativa que construye Felipe Calderón: el gobierno federal es superior a los gobiernos estatales en el combate a la delincuencia. Y en otros espacios y a través de otras instancias se han hecho proposiciones para complementar y sustentar ese argumento central: 1) la mayoría de los delitos que se cometen en el país son del fuero común, es decir, competencia de los estados; y 2) son las policías de los estados y municipios las que no han sido evaluadas al 100% mediante los exámenes de control y confianza. La idea es atractiva. Produce a los culpables de nuestros males. Ya sabemos a quién repudiar. Sí, la idea es atractiva ¿pero es cierta? Es evidente que el gobierno federal es superior a los gobiernos estatales en dos aspectos, tiene mayor presupuesto y tiene un espacio de responsabilidad más amplio. Es decir, pese a su propio argumento de que los problemas están en las entidades federativas, se reserva para sí los mayores recursos en materia de seguridad pública. Esto le permite adquirir mayor equipo y construir mejor infraestructura, solventar procesos de capacitación y mejorar las condiciones de trabajo de su personal. Con todos estos recursos a su disposición, cuando las fuerzas federales han intervenido en una ciudad ¿han resuelto el problema? ¿Lo hicieron en Ciudad Juárez? Si la superioridad reside en las evaluaciones de control de confianza, significaría que un elemento examinado y aprobado es, en consecuencia, confiable. Por eso las fuerzas federales serían más confiables que las policías locales, ya que su porcentaje de elementos evaluados es mayor. Evaluados como los policías federales que se tirotearon unos a otros en la terminal dos del aeropuerto internacional de la ciudad de México, evaluados como los policías federales que dispararon contra los agentes norteamericanos en las inmediaciones de Tres Marías, Morelos. Además, las instituciones federales, con mayores recursos, más equipo y mejores instalaciones, habiendo establecido que el problema delincuencial se encuentra en los estados, decidieron trasladarles parte de su responsabilidad. El gobierno del Presidente Calderón se ha distinguido por seguir una política de reducir su área de responsabilidad y convertirse en el gran revisor de lo que hacen los demás. La PGR se ha entusiasmado por compartir a las procuradurías locales lo que antes era su trabajo. Promueven que los ministerios públicos locales investiguen narcomenudeo, delitos financieros, delitos contra la propiedad intelectual e industrial, bajo esquemas de homologación que les permiten decirles a los ministerios públicos locales hasta el número de policías que deben tener sus células especializadas de investigación. Por otro lado, a través del Consejo Nacional de Seguridad Pública, el gobierno federal se transformó, sin que los gobernadores se dieran cuenta, en el profesor de todos ellos, pidiendo informes, haciendo públicos sus datos y otorgando calificaciones en función de quiénes cumplen con lo que ellos fijaron como metas desde sus oficinas en el centro de la república. Vistas así las cosas, parece que el argumento central del mensaje de Calderón no es tan fácil de aceptar. Nadie puede reclamarle al Presidente la decisión de combatir a los delincuentes, la interpelación radica en que lo hizo sin un diagnóstico claro, sin una estrategia definida y con un despliegue de fuerzas reactivo, que muchas veces se aisló de las corporaciones locales. Tal vez Felipe Calderón visualizó una película de vaqueros, pero los actores la cambiaron por una de terror.

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