Wednesday, November 13, 2013
¿Se puede medir la seguridad?
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Ilustración de Richard Sala |
Alguno de mis maestros de matemáticas,
seguramente el profe Reyes de la Federal 2, al explicarnos por qué los números
son abstractos, argumentaba que no tenían existencia fáctica y después
preguntaba si alguno de nosotros había comprado alguna vez kilos de 5 o si
alguien había orinado un 2.
Así de abstracta nos parece en ocasiones
la seguridad pública. Es un tema que implica tantos factores que se asemeja a la
sombra de la idea de un concepto, o sea, que nos da la impresión de ser una
masa amorfa compuesta de algo así como el ecto-plasma. En otras palabras, no
nos es sencillo captar la complejidad de los contenidos que se engloban en eso
que denominamos “seguridad”. Y por ello consideramos que esa cosa no se puede
medir.
Claro que conocemos de las famosas estadísticas
sobre incidencia delictiva, que establecen la frecuencia con la cual se cometen
ciertos delitos en un momento y lugar determinados, pero también es cierto que
cuando las observamos, entendemos que se refieren sólo a uno de los aspectos de
la seguridad pública y que quedan fuera muchos otros. Algo similar ocurre con las
encuestas de victimización y las opiniones sobre la confianza en las
autoridades.
Ahora, si tales estadísticas son
presentadas por las autoridades, sean federales, estatales o municipales,
muchos de nosotros de inmediato suponemos que están amañadas o que al menos se
refieren a resultados fragmentarios que favorecen la gestión de quien las
presenta.
Por otro lado, cuando alguna
organización de la sociedad civil o las comisiones de derechos humanos emiten
algún reporte sobre prevención, persecución del delito o violaciones a derechos
fundamentales, muchas autoridades se aprontan a desmentir los resultados a como
dé lugar. Con ello, tanto de un lado como del otro se abona a la desconfianza.
Ha habido varios esfuerzos por presentar
indicadores globales que nos acerquen a la realidad del tema de seguridad
pública, pero el que me parece más interesante es el Índice sobre el Entorno de la Inseguridad en los Estados elaborado
por la Escuela de Graduados en Administración y Política Pública (EGAP) del
Tecnológico de Monterrey, y publicado el pasado mes de mayo. Según su propia
presentación, el índice descompone el problema de la inseguridad y violencia en
un conjunto de acciones de tres actores clave: los delincuentes, la sociedad y
las autoridades. Entendiendo que las acciones de estos actores se condicionan
de manera recíproca.
Bajo esta premisa, se busca responder a
dos preguntas: ¿cuál es el impacto de la incidencia delictiva en la sociedad? y
¿en qué medida las capacidades institucionales de los estados ayudan a la
contención de los delitos? Para
responderlas se desarrollaron tres subíndices, el relativo a incidencia
delictiva, el subíndice de desconfianza, percepción y efectos de la
inseguridad, y el referente a rezagos institucionales y sociales. Entre todos
ellos suman 127 indicadores, con información recabada entre 2008 y 2011, que
componen el Índice sobre el Entorno de la
Inseguridad en los Estados.
En el ranking general del índice, de las
32 entidades federativas en México, Sinaloa ocupa el lugar número 24, en el
entendido de que quien ocupa el lugar número 1 es el estado mejor calificado,
en este caso Baja California Sur. Si verificamos cada subíndice, en el caso de
incidencia delictiva Sinaloa ocupa el lugar 27; en el relativo a desconfianza,
percepción y efectos de la inseguridad tiene el puesto número 21; y en materia
de rezagos institucionales y sociales alcanza el peldaño 13.
Contrastando los subíndices entre sí,
encontramos que Sinaloa es un estado en el cual la incidencia delictiva es alta
y los efectos de la inseguridad también son altos. En otras palabras, la frecuencia
de la criminalidad y su percepción empatan, pues ambas son consideradas
“graves”. Por otro lado, siendo Sinaloa un estado con alta incidencia, se
considera de baja debilidad en cuanto a los rezagos institucionales y sociales,
lo cual significa la existencia de áreas de oportunidad. Pero, esta
circunstancia está limitada por el hecho de que en Sinaloa la desconfianza en
las autoridades es alta.
Esta medición no es una opinión
personal, es un riguroso ejercicio metodológico de una prestigiada institución
educativa en nuestro país. La conclusión es clara, el problema de la
inseguridad en Sinaloa es grave y así también se percibe por la sociedad. Y el
problema no se arregla sólo con jefes de policía caradura, comprando tanques de
guerra, haciendo declaraciones oportunistas o metiendo la cabeza en el suelo.
Para empezar a construir soluciones hay que reconocer que las cosas están mal.
Eso, por sí mismo, significaría un avance.
¿Tú crees que Malova se trague esa
píldora paisano? Yo tampoco.
Labels: estadísticas, Índice sobre el entorno de la inseguridad en los estados, inseguridad, Itesm, Seguridad Pública, Sinaloa
Friday, October 04, 2013
Los números de la inseguridad y la Guerra de las Galaxias
En los últimos días el INEGI ha dado a
conocer los resultados de un par de encuestas relacionadas con las actitudes y
opiniones que generaron en 2012 y 2013 los temas de seguridad: la Encuesta
Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2013 (ENVIPE) y
la Encuesta Nacional sobre Seguridad Pública Urbana de septiembre de
2013(ENSU).
Ambos instrumentos generaron información
a nivel nacional y por entidad federativa sobre el desempeño de las autoridades,
sensación de inseguridad por temor al delito, expectativa social sobre
tendencias criminales, cambio de rutinas cotidianas por temor a ser víctima, percepción
del desempeño de las autoridades y atestiguación de conductas antisociales.
La ENVIPE arrojó, entre sus resultados
principales, que la cifra negra de la criminalidad, es decir, aquellos crímenes
que se ejecutan pero no se denuncian, alcanzó durante 2012 un 92% del total de
delitos cometidos, que significa una cifra similar a la registrada en los dos
años anteriores. Las principales razones para no presentar una denuncia fueron
que se considera una pérdida de tiempo, además de la falta de confianza en las
autoridades. En nada ayuda que más de la mitad de los encuestados que sí
presentaron denuncia manifestaron que no pasó nada o que no se resolvió nada.
Por otro lado, la percepción de
inseguridad entre marzo y abril de 2013 entre las personas de 18 años y más,
fue del 72%, lo que representa un incremento respecto de 2011 y 2012. Frente a
este resultado, no es de extrañarnos que también se haya detectado un
incremento en la tasa de delitos, que para 2012 fue calculada en 35 por cada cien mil habitantes.
Según el INEGI, el aumento se debe a que se registraron mayores cantidades de
robos en la vía o transporte públicos, extorsiones y robos de vehículo.
Sinaloa no fue la excepción. La tasa de
víctimas en el estado por cada cien mil habitantes pasó de 23.8 en 2011 a 26.1
durante 2012; mientras que la tasa de delitos por cada cien mil habitantes
aumentó de 29.8 a 33.2 en el mismo periodo; aunque ambas tasas se mantienen por
debajo de la nacional. En cambio, el porcentaje de personas mayores de edad que
percibieron a Sinaloa como estado inseguro alcanza por segundo año consecutivo
el 77%, cinco puntos por encima de la media nacional.
Por su parte, la ENSU consigna que, a
nivel nacional, las personas mayores de edad que residen en las capitales o
ciudades seleccionadas, en los últimos tres meses han visto o escuchado
situaciones como consumo de alcohol en las calles (71%), robos o asaltos (66%)
o vandalismo (56%). Y la expectativa que tienen sobre las condiciones de la
seguridad pública para los próximos meses es que seguirá mal (37%) o empeorará
(24%).
De acuerdo con este instrumento, el
64.5% de los encuestados modificó, en los últimos tres meses, el hábito de
llevar cosas de valor, mientras que el 50% dejó de caminar por los alrededores
de su vivienda después de las ocho de la noche y muy cercano a este valor, el
48.5% manifestó que ya no permiten que sus hijos menores de edad salgan de su
casa. La percepción respecto del desempeño de las policías estatales y
municipales es que son poco efectivas (39%) o bien, nada efectivas (27.5%).
En otras palabras paisano, más clarito y
sin que tengas que sacar la calculadora, ¿recuerdas el diálogo entre Han Solo y
Luke en “El Regreso del Yedi” cuando lo descongelan y capturan a Skywalker?
Pregunta Solo “¿cómo vamos?” Y responde Luke “igual que siempre” a lo que Han
atina a decir “¿Tan mal?”. Así estamos, igual que siempre, igual de mal.
La idea general que muchos mexicanos
tenemos es que los niveles delictivos siguen siendo altos, con tendencia a
incrementarse. En consecuencia pensamos que hay muchas víctimas y que las
autoridades no hacen nada o no hacen lo suficiente. Y las cifras dadas a
conocer por el INEGI parece que lo confirman.
Dice la ENVIPE que el costo del delito
en México durante 2012 se calculó en 215 mil millones de pesos, lo que
representa el 1.34% del Producto Interno Bruto del país. Esto es cierto pero no
es suficiente. Existen otros impactos no calculables en números. El costo del
delito también es la enorme desconfianza social en las autoridades, la
corrupción imparable en corporaciones, agencias y tribunales, el dolor de cada
una de las víctimas, la destrucción, alteración o lesión del tejido social, la
indiferencia hacia las tragedias ajenas, la infame “cultura del narco” y, por
supuesto, la asfixiante, la desesperante impunidad.
¿O a ti el delito no te cuesta nada
paisano?
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